AMIGOS DEL ALMA

sábado, 14 de febrero de 2009

ENCUENTRO


En 1978 me encontré con el Opus Dei, o mejor dicho el Señor se hizo el encontradizo conmigo en el Opus Dei. Yo tenía cuarenta años y nueve hijos, la décima fue el regalo de Dios, siendo ya Opus Dei. He de reconocer que siempre he tenido un trato cercano con Dios desde que era una niña, a veces rayando en misticismo, con altos y bajos, pero mi llegada a esta Obra de Dios coincidió con la época de mayor turbulencia familiar. Por eso, cuando me levanto cada día, doy gracias a Dios por mi vocación de Opus Dei porque tengo la certeza de que sin la fuerza, el cariño y la alegría que encontré ahí, no hubiera podido superar algunos sucesos dramáticos por los que tuve que pasar.


Hoy encontré unas hojas escritas en la primera convivencia que realicé en una casa llamada Los Rosales, situada en Villaviciosa de Odon.




Señor, un paisaje como éste es el que, en mi adolescencia y juventud me acercaba a Tí, hacía latir mi corazón y llenaba mis ojos de lágrimas. Era mi natural romántico y sentimental (por el que te doy gracias Señor porque me gusta) que se llenaba de tu grandeza. Pero me quedaba ahí, no era capaz de sacar de ello un propósito concreto, una norma para mejorar mi vida y mi unión contigo. Hoy Señor, en esta tarde del 2 de febrero, en la fiesta de tu Presentación en el Templo y Purificación de María, fiesta entrañable para mí por el recuerdo de mi madre (su nombre era Puri) ; en este atardecer entre los árboles, la puesta del sol que sólo entreveo y reconozco por el tono del cielo, también mi natural romántico y sentimental me está haciendo llorar, pero ahora soy del Opus Dei y sé que detrás de esto hay mucho más.




Estás Tú, Señor, que te acercas a mí de modo inesperado ¿Qué quieres Señor? ¿Qué debo darte, para lo mucho que me estás Tú dando con este encuentro? ¿Qué quieres Padre mío? Ya sé que es mi santidad personal, pero ¿cómo, en qué forma concreta, en qué propósito, en qué entrega determinada? Si lo quieres todo de mí ¿por qué es tan difícil dártelo así, entero, todo? ¿Por qué hay que recurrir a la lista de mortificaciones, a un propósito, dos o tres? ¿Hasta cuando, Señor, has de conformarte con esto de mí? ¿Sólo con esto?



¿Hasta la muerte, Señor, hasta ese momento en que me desarraigues de esta naturaleza mía, miserable, pobre y tacaña, por muy sentimental, romántica o llorona que Tú la hayas hecho?

No me faltes mi Dios, Creador y Conservador de toda esta maravilla de tierra. No me faltes, Padre mío, para que me mantenga en esta pobretona lista de ofrecimientos, o mejor dicho de intentos de ofrecimientos.

¡Gratias tibi Deus! por este momento.

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