AMIGOS DEL ALMA

lunes, 22 de febrero de 2010

CRISOL



Señor, sé que me atiendes
que escuchas mis gemidos
que si resisto es por tu voz
que me da fuerza y aliento.
Sé que mi grito no se pierde
en el eco del abismo,
que llega a ti, que lo devuelves,
hecho beso y fortaleza.


Sé que si no me derrumbo
es por el abrazo que me dejas
en cada amanecer, en el orto
del sol que me calienta.
Sé cada segundo, que llegaste
a colmar de pan y de esperanza,
la carencia, el hambre
de mi propia esencia.

Sé que te debo haber llegado
hasta lo hondo de la vida,
estar a las puertas de tu Reino,
aguardando aún mi merecer
lo que sufrió tu Hijo agonizante.
Aún me queda, Señor, para triunfar,
ver en la temible espera,
tu rostro brillando en la tormenta,
tu mano tendida a mi miseria.


Aún, Señor, aguárdame...
a que mi amor ardiente cruce
por el crisol de tu pasión
y tus afrentas.


Sé que me escuchas, Señor,
sé que mi grito hasta ti llega,
sé que la paz y la alegría,
bálsamo son a mis heridas,
bálsamo que sólo Tú me envías.

jueves, 18 de febrero de 2010


Señor, otra vez Cuaresma, otra vez buenos propósitos, otra vez que te fallaré.

¿Hasta cuando, Señor? ¿Hasta cuando este rifirafe de caer y levantarse? ¿Hasta cuando soportarás mi desaliento, mi incapacidad de mantenerme en pie?

¿Hasta cuando mis preguntas? ¿Hasta cuando mi falta de fe? ¿Mi querer siempre más y nunca alcanzarlo?

Ya no me atrevo ni a pedírtelo, pero te lo pido una vez más:


¡¡¡AUMENTA MI FE!!!

domingo, 7 de febrero de 2010

POR TU DOLOR




Señor: ¿cuándo mi dolor, será tu dolor? ¿Cuándo las ofensas, mis ofensas, me harán daño por ti, sólo por ti y no por mi?
Sé Dios mío que el dolor se te causa a ti, Tú lo sufres y yo no puedo acapararlo como mío.

Tú, Jesús, que padeciste lo indecible, lo no repetido por nadie, por salvar al género humano, a cada uno individual y personalmente, Tú que sigues padeciendo de la misma manera y con la misma crueldad que hace 21 siglos, en cada acontecimiento de muerte y herida de mis hermanos, en cada afrenta a ti o a ellos, en cada desprecio y maltrato, en cada herida, en cada injusticia, en cada muerte de inocentes nacidos o no nacidos... Tú, mi Jesús, hombre verdadero y Dios verdadero eres el auténtico ofendido.

Por eso acudo a ti, esta mañana de cielo plomizo, me postro a tus plantas para pedirte que nada me duela por mi, ni siquiera los errores de mis hijos a los que crié para ti, para que te amasen sobre todas las cosas, para que no se dejasen arrastrar por la indiferencia religiosa del momento que vivimos, para que todos diesen ejemplo, no solo de bondad humana y amor a todos los hombres sin distinción de razas ni fronteras de ningun tipo, sino de amor preferente a ti. Y acudo a ti para pedirte que ni siquiera ese dolor sea mío, sino tuyo que no te lo arrebate, que me duela por ti.

Porque Tú eres el que lo padece en tu propia carne, lacerada hasta derramar la última gota de tu sangre humana, tomada del propio cuerpo de la Santísima Virgen.

Hoy, Señor, no es amor lo que vengo a ofrecerte, hoy es el dolor del que con tanta facilidad me apropio, cuando veo que el mundo y yo no caminamos hacia el fin para el que fuimos creados.

Señor: atiende mi súplica, Dios de la Misericordia, redirecciona mi dolor por el mal del mundo, por el mal individual, por mi propio mal. Que no me duela por mi, que me duela sólo por ti, porque me amas y nos amas hasta haberte hecho hombre y dar la vida por nosotros.