Aquí estoy, Señor, para lo que Tú quieras de mi, en este día y en el resto de mi vida.
Llámame siempre, Raboni, como llamaste a María Magdalena en tu Resurrección.
Señor, no te vayas nunca de mi corazón. No quiero ser un sepulcro para ti, sino puerta abierta para que todos entren y te vean resucitado; para que te sigan y te amen sobre todas las cosas y personas, como yo quiero amarte.
Sea, Señor, mi apostolado el corazón abierto y Tú en él bien visible para todos.
¡¡GRACIAS, SEÑOR, POR LA BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II !!
2 comentarios:
me uno a la accion de gracias.
Que bonito Militos.
me gusto tu blogs beso sigue asi
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