
Señor, sé que me atiendes
que escuchas mis gemidos
que si resisto es por tu voz
que me da fuerza y aliento.
Sé que mi grito no se pierde
en el eco del abismo,
que llega a ti, que lo devuelves,
hecho beso y fortaleza.
Sé que si no me derrumbo
es por el abrazo que me dejas
en cada amanecer, en el orto
del sol que me calienta.
Sé cada segundo, que llegaste
a colmar de pan y de esperanza,
la carencia, el hambre
de mi propia esencia.
Sé que te debo haber llegado
hasta lo hondo de la vida,
estar a las puertas de tu Reino,
aguardando aún mi merecer
lo que sufrió tu Hijo agonizante.
Aún me queda, Señor, para triunfar,
ver en la temible espera,
tu rostro brillando en la tormenta,
tu mano tendida a mi miseria.
Aún, Señor, aguárdame...
a que mi amor ardiente cruce
por el crisol de tu pasión
y tus afrentas.
Sé que me escuchas, Señor,
sé que mi grito hasta ti llega,
sé que la paz y la alegría,
bálsamo son a mis heridas,
bálsamo son a mis heridas,
bálsamo que sólo Tú me envías.