Tu presencia, Señor, es mi fortaleza,
es de mi pecho toda la blandura,
de mi voluntad firme columna,
de mi caminar bastón y muleta,
de mi obscuridad la luz que aleja
tiniebla y falsedad.
Guárdame, Señor, como al polluelo
la gallina acoge con sus alas.
Búscame, Pastor divino,
como a la oveja perdida,
no dejes que me olvide
del redil que me cobija.
Tu presencia es mi alimento,
tu palabra mi verdad,
tu Cuerpo en mi, la ley del amor,
tu Sangre, mi bebida y mi valor
2 comentarios:
Realmente bello. Gracias por compartir.
Gracias a ti, María. Me alegra tu presencia.
Un beso
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